La Unión Europea (UE) en el sistema internacional actual tiene una influencia limitada, en comparación con otras potencias globales como Estados Unidos, China o Rusia. Esto se debe a su carácter de bloque económico y político, pero también a sus desafíos internos, como la falta de mecanismos de decisión ágiles y la tensión entre la integración y la soberanía nacional. Para incrementar su influencia, la UE debe fortalecer su política exterior, mejorar la cooperación en defensa y avanzar en la integración económica y política, sin perder de vista los retos institucionales y la resistencia de algunos países miembros. La presencia de Estados euroescépticos, como Hungría, complica la toma de decisiones y genera tensiones internas, especialmente en temas de derechos humanos y democracia. Además, los minilateralismos internos, como el grupo de Visegrado o Weimar+, reflejan una fragmentación que puede debilitar la unidad del bloque. Para ser más protagonista en el escenario global, la UE necesita reformar sus mecanismos de decisión, hacer más eficiente su política exterior y promover una mayor integración sin ceder excesiva soberanía. El futuro de la UE dependerá de su capacidad para gestionar estos retos, fortalecer su cohesión interna y definir un papel más activo en la reconfiguración del orden mundial en marcha.