Perú ha sido históricamente un país marcado por disputas fronterizas, cuyas consecuencias han influido profundamente en su política exterior y en su desarrollo militar. A lo largo del siglo XX, enfrentamientos con países vecinos como Ecuador y Chile moldearon no solo su mapa geográfico, sino también su identidad estratégica. Aunque los conflictos armados han quedado atrás, los retos no han desaparecido.
En el siglo XXI, Lima enfrenta nuevos desafíos vinculados a la seguridad regional, el control de territorios amazónicos y la vigilancia de sus fronteras marítimas y terrestres. En este contexto, la modernización de las Fuerzas Armadas se ha convertido en una prioridad. El país ha iniciado procesos de adquisición de tecnología militar, fortalecimiento de la defensa aérea y marítima, y renovación de su doctrina de seguridad.
Esta transformación responde a la necesidad de preservar la soberanía frente a amenazas transnacionales, como el narcotráfico y la minería ilegal. Así, la geopolítica peruana se redefine en un entorno global cambiante, donde la diplomacia y la capacidad disuasiva deben ir de la mano. El equilibrio entre cooperación regional y fortalecimiento interno será clave para el futuro estratégico del Perú.