La voluntad de Dios no es un misterio insondable ni un mandato inalcanzable. Es la expresión perfecta del amor divino que busca manifestarse a través de nosotros. Es la voz interior, el fragmento divino en nuestro corazón, que nos guía hacia caminos más elevados, hacia la realización plena de nuestra auténtica identidad como hijos e hijas del Altísimo.