Ahí murió el hombre pero la leyenda continúa.
Los ocho hombres se encontraban tensos, esperando el momento. En Parral, Chihuahua, el calor de Julio era intenso y aunque algo se amortiguaba por el grosor de las paredes de adobe de los cuartos en que se encontraban, entre pacas de alfalfa y armados con revólveres calibre cuarenta y cinco y carabinas; poco calmaba el nerviosismo que sentían ante lo que harían en los siguientes minutos. Sudaban, no solo por el calor sino también por el temor de la inminente acción que se avecinaba; secaban sus manos en forma nerviosa, lo que menos querían era que se les fuese a resbalar el arma al momento de ejecutar su cometido. En ese momento oyeron claramente la señal convenida…