Cuando Jesús hablaba en parábolas, muchos de sus oyentes no comprendían lo que decía. Por eso, les dijo: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Esto nos invita a reflexionar hoy: ¿realmente escuchamos la Palabra de Dios o solo la oímos de manera superficial? En nuestra vida cotidiana, es fácil distraernos con el ruido del mundo, con las preocupaciones del trabajo, la familia o los compromisos sociales. Sin embargo, Dios nos sigue llamando, paciente, a abrir nuestro corazón y a escucharle.