El cempasúchil, también conocida como “flor de veinte pétalos,” se distingue por sus tonos anaranjados y amarillos, no solo adorna altares y ofrendas, sino que simboliza la luz del sol, que guía a las almas en su regreso al mundo terrenal. Por otra parte, la flor de terciopelo, conocida popularmente como “cresta de gallo,” destaca por sus vibrantes colores que abarcan desde el rojo, púrpura, amarillo y rosado, que representa la inmortalidad del alma y el ciclo eterno de la vida.
Más allá de su belleza, estas flores representan la unión entre la vida y la muerte, ayudándonos a mantener viva la memoria, convirtiéndose en recuerdos de amor y trascendencia espiritual.