Reggaetoneros que quieren dejar de serlo. Reggaetoneros
que se empiezan a cansar de serlo, y empiezan a utilizar términos ambiguos como
“transversal”, “completo”, “pop” o “artista total”. Está pasando. Es el caso de
Rauw Alejandro, uno de los últimos aspirantes al trono del
pop urbano latino global; y también en uno que, del mismo modo que hace unos
años hizo J Balvin con “Vibras” y Bad Bunny con “YHLQMDLG”, y como diría el
Robe Iniesta: se está quitando.
Al menos del reggaetón sí que se está quitando. Se le ve
en los ojos, se lo lee en las declaraciones que da en entrevistas y se escucha
en “VICE VERSA”, su nuevo álbum, tan solo un año después del explosivo y
hedonista “Afrodisiaco” que lo colocó en un mapa aún más global que en el que
estaba gracias a hits universales como “Reloj”, “De Cora <3” o “Tattoo”,
pero en el que, aunque ya se intuía cierto interés en moverse de ese
compartimento estanco sobreexplotado que es el del reggaetón, era difícil
encontrar salida a ese registro.
La encuentra en “VICE VERSA”. Sobre todo, gracias a una
carta de presentación universal aspirante a ser la canción más omnipresente del
verano como “Todo de ti”, en la que suena más cerca de Bruno
Mars que de Don Omar; pero también gracias a canciones que coquetean con una
suerte de electrónica de aires disco (“Desenfocao’”), ciertas texturas más
propias del house aunque de cadencia latina (“Cosa guapa”), del drum’n’bass (“¿Cuándo
fue?”), de la favela funk (“Brazilera”), baladas con ritmos 808 (“Aquel Nap
ZzZz”) o incluso matices que recuerdan a una indietrónica de pista de baile (“2/Catorce”)
o a un reggaetón con dos vueltas de tuerca (“¿Y eso?”).
Contra el pronóstico que seguramente su propio sello había
hecho de que las canciones más pegadas del disco serían los reguetones estándar
“Sexo virtual”, “Nubes” o “La Old Skul”; el puertorriqueño le da una nueva
lección de humildad a un género absolutamente necesitado de moverse del
compartimento estanco en el que permanece.
Alan Queipo.