Hoy vamos a hablar de orden. Pero no del orden ideal, funcional, equilibrado… Hoy vamos a hablar de ese otro orden. El que se nos va un poco de las manos.
¿Te suena doblar las bolsas del súper en triángulo perfecto? ¿Ordenar los libros del salón por colores aunque leas en digital? ¿O tener un cajón entero con cargadores de móviles que ya no existen?
Este episodio se titula: “Orden extremo: 60 manías domésticas que (a veces) rozan lo absurdo”. Y no es una crítica. Es una risa compartida.
Porque muchas de estas manías —te lo confieso— las he visto en casa de clientas… y algunas también las he hecho yo.
Como profesional del orden, sé que hay detalles que aportan calma, estructura y hasta belleza.
Pero cuando ese orden se convierte en obsesión, exigencia o carga mental… algo chirría.
Hoy te propongo reírnos de esas pequeñas rarezas domésticas. Con cariño.
Porque el orden tiene que servirte a ti, no tú a él.
Y si al escuchar este episodio te reconoces en una, dos… o en las sesenta, solo tengo una cosa que decirte:
Bienvenida al club.
Antes de entrar en la lista de las 60 manías, quiero detenerme un momento.
Porque esto no va solo de costumbres graciosas o de rituales absurdos.
Las manías domésticas no aparecen porque sí. Tienen una función, un origen, un sentido… incluso cuando parecen un sinsentido.
El psiquiatra francés Boris Cyrulnik dice que el orden externo es muchas veces una forma de recuperar el control interno.
Y es verdad. Cuando sentimos caos en la cabeza o en la vida, ordenar lo físico puede darnos estructura, calma y un poquito de paz.
Algunas de estas manías nacen ahí: de momentos de estrés, de ansiedad, de haber crecido en el desorden…
O al revés: en casas tan rígidas que de adultos buscamos el orden como forma de “hacerlo bien”.
A nivel cerebral, ordenar activa el sistema de recompensa.
Hay estudios —como el de la Universidad de Princeton— que muestran que un entorno organizado mejora la concentración y reduce el cortisol, la hormona del estrés.
Por eso, al colocar cosas, al vaciar un cajón, al etiquetar… sentimos alivio. Es dopamina doméstica.
El problema no es ordenar. El problema es cuando el orden se convierte en una exigencia constante, en una autoexigencia camuflada.
Cuando se convierte en perfeccionismo, en rigidez, en culpa.
Cuando no puedes relajarte porque hay una taza fuera de lugar.
Como dice Brené Brown: “La perfección no es lo mismo que el esfuerzo por mejorar. La perfección es una forma de protección.”
Y a veces ese perfeccionismo se esconde en pequeños gestos que parecen inofensivos: volver a doblar la toalla, recolocar el cojín, revisar la nevera… otra vez.
Por eso este episodio no es solo una lista divertida. Es una mirada tierna, y también un poco crítica, a esas rutinas que repetimos casi sin darnos cuenta.
Algunas de ellas aportan bienestar. Otras, simplemente nos dan la sensación de que tenemos el control.
Y unas pocas… solo nos dan más trabajo.
Vamos allá con el repaso. 60 manías domésticas que quizá tú también tengas.
O que al menos, te hagan reír… y pensar.
Y hay otro origen, más sutil, que también está detrás de muchas manías domésticas: las casas excesivamente rígidas.
A veces no es el caos lo que nos deja huella, sino el exceso de control.
Crecer en una casa donde todo tenía que estar perfecto, donde no se podía dejar nada a la vista, donde el orden era una forma de exigencia… puede tener consecuencias igual de profundas.
En esos hogares, el desorden no era solo algo feo: era algo que estaba mal.
Se vivía con miedo a que alguien viera la casa desarreglada.
O con vergüenza si el sofá tenía una arruga o la cama no estaba hecha a la perfección.
El orden no era bienestar: era norma, deber, y a veces incluso castigo.
¿Qué ocurre entonces?
Que de adultos, muchas personas mantienen ese patrón sin darse cuenta.
Siguen creyendo que tener la casa perfecta es hacerlo bien.
Que no se puede descansar si hay un cojín descolocado o un vaso en la encimera.
Y en el fondo… no están buscando calma. Están buscando aprobación. O evitar la culpa.
A veces, cuando estoy trabajando con una clienta y me dice:
“No puedo relajarme si hay algo fuera de su sitio”…
Yo pienso:
“¿De verdad no puede? ¿O es que ha aprendido que no tiene permiso para descansar si todo no está en orden?”
Por eso es tan importante preguntarse:
¿Este orden me aporta paz… o solo me da tregua?
¿Es una elección libre o una obediencia automática?
No todas las manías son absurdas. Algunas tienen raíces muy profundas.
Y reírnos de ellas no es reírnos de quien las tiene. Es mirarlas de frente, quitarles peso y decir:
“Vale, esto me ayudó en su día. ¿Sigue ayudándome hoy?”
Bueno, ¿preparada para reírte de ti misma, de ti mismo? Pues vamos con esas 60 manías que hoy te traigo en el podcast.
Si alguna de estas manías te ha hecho reír, o si tienes la tuya propia —esa que no te atreves a confesar ni al grupo de más confianza de WhatsApp—, escríbeme. Por Instagram, por correo electrónico, por paloma mensajera.
Estoy recogiendo pequeñas joyas para un próximo episodio con nuevas manías... ¡y puede que la tuya salga en antena (tranquila, que no mencionaré nombres)!
Gracias por estar ahí, por escuchar y por tomarte el orden con un poquito de humor. Si te ha gustado este episodio, te animo a que lo compartas y a que te suscribas a En casa con María en la plataforma de podcast donde lo escuches. Así haremos crecer esta comunidad de personas interesadas en el por qué de las cosas y en llevar una vida organizada, sin exigencias extremas pero con el bienestar que aporta el orden. Nos escuchamos en el próximo episodio.