Como seguidores de Cristo somos llamados ser imitadores de Dios. Nosotros somos transformados, reflejando a Dios en todo lo que hacemos.

Como hijo de Dios, cuando otros me ven ¿pueden ver el parecido familiar? 

Espero que encuentres esperanza y paz en las palabras de Dios mientras lees esto, “Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.” Isaías 54:10.

Las palabras del apóstol Pablo desvían la atención de mi deficiencio y la enfoca en el autor y consumador de nuestra fe: Jesús. Palabras como paz, santificar, sin culpa, llamar, y fiel, se enfocan en Cristo, no en nosotros.

En el hogar donde creciste, ¿alguna vez escuchaste la advertencia: “mientras vivas bajo este techo, tú obedecerás mis reglas”?

Mi vida, sin Jesús está llena de un tormento inevitable. Necesitaba rescate. Así que corrí hacia la única fuente de seguridad: ¡el nombre del Señor!

En lugar de decirle a Dios qué necesitamos, podemos escuchar Su voz. ¿Puedes escucharlo guiándote hacia la vida de alguien que lo necesita?

Habíamos servido como misioneros por muchos años cuando nos sentimos liberados por el Espíritu Santo para regresar a los Estados Unidos. Había un problema: no queríamos ir.

Cuando Jesús nos llama hacia algo que parece fuera de nuestro alcance, él no está pidiéndonos hacer algo inalcanzable. Jesús nos está pidiendo que confiemos en él.

No existe una descripción apropiada para la sensación de alivio que hay cuando la nube de desesperanza se va. Jesús ya ha conquistado el pecado y la oscuridad. Él ya está reinando en la luz.