Se nos va de ojo que en la era de la digitalización todos somos más rehenes que nunca de nuestras palabras y nuestros actos, porque en los medios digitales que utilizamos todo deja una huella indeleble.
Medios que amplifican cualquier afirmación que se sale de la creencia general o particular de un receptor, sin atender al contexto en el que se dijo. Magnificación que se ve favorecida por el anonimato que permiten las redes que debería abolirse, para no dar rienda suelta a los discursos de odio, vengativos, violentos y agresivos que anidan en la mente de los cobardes que nunca dan la cara.
No se trata de justificar todo lo que se dice, pero si de atender al contexto y la trayectoria de quien lo dijo, que permite valorar si fue un error puntual o la expresión de un pensamiento consolidado. Antes de lanzarse a la ordalía hay que dar un tiempo a la rectificación, porque todos podemos tener un mal, muchas veces las ideas no las tenemos siempre claras y a veces, también, hablamos sin saber con certeza de aquello que estamos refiriendo. ¡Que no se te vaya de ojo!