Una de las etapas que más trabajo me ha costado como mamá, es soltar a mis hijos entender que ya no me necesitan de la misma manera que cuando eran niños, que ahora me vuelvo (en el mejor de los casos y si cuidé la relación en la adolescencia) un mentor u orientador, pero que al final de cuentas ya ellos tomarán sus propias decisiones y solo puedo estar ahí para acompañarlos en su camino.