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Dos de las tías tenían a los recién nacidos en brazos, bien envueltos en mantillas de lana, con gorritos tejidos en la cabeza, mientras cada miembro de la familia se acercaba por turno a besarlos en la frende diciendo Dios lo guarde para evitar el involuntario mal de ojo.
Dos de las tías tenían a los recién nacidos en brazos, bien envueltos en mantillas de lana, con gorritos tejidos en la cabeza, mientras cada miembro de la familia se acercaba por turno a besarlos en la frende diciendo Dios lo guarde para evitar el involuntario mal de ojo.