En otoño, la mayoría de los árboles pierden sus hojas como estrategia de supervivencia. Las hojas perennes tienen adaptaciones para retener agua, pero las hojas comunes, con piel fina y muchas boquitas, perderían demasiada agua durante el invierno, matando a la planta. Antes de caer, el árbol recupera el alimento de las hojas, descomponiendo la clorofila y revelando otros pigmentos, lo que crea los colores otoñales. Finalmente, se forma una capa de células que actúa como un cuchillo, separando la hoja del árbol, lista para caer con el viento.