La Movida, La Movida, La Movida. Solo de eso se habla
cuando se piensa en la música española de los años ’80: la omnipresente Movida
madrileña con, si acaso, alguna excursión a la Movida viguesa. Pero Movida,
Movida y Movida. Y parece que no hubiera pasado absolutamente nada más en la
década de apertura y regreso a la democracia de un país que llevaba reprimido
culturalmente durante cuatro décadas y que, en la década de los años ’80, acogió
y resignificó tendencias.
Así lo deja claro Ritmo Fantasía, el magno
recopilatorio en el que el coleccionista venezolano y productor musical residente
en Berlín, DJ Trujillo, rescata del olvido hasta 21 canciones que no pertenecen
a ningún imaginario icónico ni a ninguna tendencia al alza, pero que sí que
proyecta un relato: el del germen de varios movimientos musicales que, sin ser
tendencia en aquella época, estaban germinando lo que serían escenas
importantes en la música pop de vanguardia de las siguientes décadas.
Nombres absolutamente desconocidos y que formaron parte
del underground español entre los años 1982 y 1992 que exploran en las
cavilaciones de un disco de corte funk, un groove del boogie electrónico, un
proto-chill-out que luego se exportaría a las sesiones de Café del Mar en Ibiza
y hasta tics que coqueteaban con el rap o la folktrónica.
Músicas sensuales y para hacer petting en una puesta de
sol (I Love My Body o Costa verde), hits que se debaten entre la inocencia
y la sexualidad explícita (Suave, Rebelde silueta o Me vas cantidad),
bajos y estructuras que renovaban los elegantes postulados de La Mode o Golpes
Bajos (Amor en el cielo o Jamás me casaría con un pirata), música de
ascensor en diálogo directo tanto con Kenny G como con Semen Up (Divorcio o Ciutat),
contracciones folktrónicas impensables en aquellos años (las explícitamente
descriptivas Arabian, Tango? o Flamenco Rap) o música disco para
proto-bakalas (Tabu o No estás).
Pura magia encajonada en un baúl que menos mal que
alguien ha abierto de una vez y que ayuda a entender de dónde vienen varias de
las derivas sonoras de los últimos treinta años en nuestro país.
Alan Queipo.