El Marqués de la Conquista de Trujillo se hizo con casi todo el valle del Río Viejas, Torneros y hasta cerca de la población de Robledollano donde tuvo importantes propiedades. Una de ellas fue el Sanatorio construido en este pueblo. Se sitúa muy cerca de la Ermita de la Virgen de las Nieves, rodeado de una bellísima plantación de castaños.

Este paraje conocido como la Nava, es uno de los lugares de referencia en la cultura y la historia de Robledollano. Todo el pueblo se acuerda de la Nava, de una u otra manera permanece en el ideario local como un espacio muy suyo, ancestral, un espacio para encontrarse consigo mismo.

El núcleo central de este espacio lo ocupa una edificación que conocen como El Molino y todavía los lugareños recuerdan la actividad en el lugar como molienda general de la población.

La cal es uno de esos elementos muy necesarios en la vida cotidiana. Su uso en construcción se hace imprescindible, más aún con las técnicas antiguas, cuando no existían los cementos u hormigones modernos. la cal mezclada con la arena hacía una pasta muy dura que se usaba modo De pegamento entre piedras o ladrillos.

Todos conocen su enigmático nombre “La Cueva Oscura”, pero pocos comentan haber entrado en ella; en la parte contraria de la sierra está la conocida como Cueva Clara, la oscura en la umbría y la clara en la solana.

A finales de marzo es una zona ideal, el verde tiñe todos los espacios, incluso los más silvestres y no se resisten a dejar una pizca de hierba que al menos mezclen sus pardos habituales.

Los robles empiezan a sacar la hoja nueva y el monte está lleno de flores.

Esta es la única vivienda de la población que tiene un escudo, también es la construcción más notable de Robledollano y se conoce como La Casa Grande

Se trata del escudo de los Altamiranos, una de las tres familias conquistadoras de Trujillo. Tras el último asalto les concedieron la mitad de la ciudad, sus rentas y territorios. Una tierra que por el este llegaba hasta aquí justamente. Se da la circunstancia que el actual término municipal de Robledollano estaba partido en dos.

Las paredes exteriores están con la piedra descubierta, con lo que podemos ver la variedad de tamaños utilizados y la tierra que las une. En algunas zonas se utiliza el ladrillo para rellenar o apuntar esquinas. Un friso con formas redondeadas recorre todo el perímetro de la nave fundiéndose a la perfección con la teja árabe de la cubierta.

El cancho de las narices es una referencia para todos los pueblos del entorno. Aquí se abre un desfiladero que saca los caminos de los intrincados valles que cruzan todos los sistemas montañosos de este a oeste para que la comunicación del geoparque sea de la manera más rápida.

La circunstancia de haber pertenecido a dos términos distintos ha influido notablemente en el desarrollo urbanístico de la población.

Al ser una población pequeña podemos visualizar fácilmente el crecimiento que ha tenido a lo largo de los siglos.

En principio una calle va a ser la linde entre casas vecinas. El camino que viene de Deleitosa y se dirige a Castañar va a dirimir el sino de las gentes que se instalen a uno u otro lado.

En 1947 se inicia una aventura que durará casi 40 años. Se asociaron así una veintena de olivareros de Robledollano e iniciaron esta gran empresa.

Uno de los accionistas puso el terreno a cambio de su participación y el resto aportando una cantidad de dinero a partes iguales. Más tarde se aportaba un canon en función de la producción de cada uno de ellos.

El objetivo era transformar el excelente olivar en un aceite de calidad. La variedad dominante en el término es la manzanilla cacereña, la más apreciada por los sabores que le aporta la finura de su aceite, un óleo que brilla como el oro y se puede consumir en mesa directamente.