Hay una mística muy difícil de descomprimir en cada
movimiento que ha hecho Rojuu hasta la fecha. El jovencísimo (aún menor de
edad) artista no solo es uno de los nombres más prolíficos del circuito alternativo
de los últimos años (entre 2018 y 2021 ha publicado cinco álbumes largos, tres
EPs y un buen porrón de singles), sino que posee un registro indefinible,
que no solo no se adhiere a ningún movimiento concreto, sino que también
consigue sortear con cintura los clichés de la temporalidad y la tendencia.
Existen algunos tics compartidos en casi todos sus
trabajos: cadencias que lo mantienen siempre cerca de una órbita urbana, su
estética de producción lo ha llevado a que se lo identifique con una suerte de “emo-trap”.
Hay algo de grunge del Siglo XXI, hay algo de pleitesía a la cultura gótica,
de producciones casi de cyberpop y, sobre todo, una mirada rupturista con los
binarismos, abriendo un camino melódico y lírico hacia una nueva masculinidad
en el pop. Pero también hay en Rojuu una innata capacidad para ser esquivo con
cualquier cosa que se pudiera prever.
Tanto es así que tan solo un día después de que se anunciase su fichaje por
parte de Sonido Muchacho, donde aseguraban que a partir de entonces
publicarían la nueva música del joven artista, ya se vino el primer acto de
rebeldía, casi un troleo a todas luces: al día siguiente veía la luz “Roku
Roku”, uno de los primeros grandes trabajos estatales, editado nuevamente por
su propio sello, Ceuve; y en el que continúa explorando su singularísima
narrativa sonora.
Si quiere jugar a la melancolía marciana (“Dogs Heaven”),
si quiere acercarse a un registro más de corte house-pop (“Un abrazo más”), si
quiere activar la caja de ritmos para una de las gemas más luminosamente pop (“Umi”),
si quiere imponer junto a María Blaya
un dueto de canción melódica para los nacidos después del año 2000 (“Si te vuelvo
a ver”), si quiere explorar bases para estar más cerca del Sónar que de la reacción
de un youtuber (“Rubius Nostalgia 2008” o “Serial Experimental Lain”), si
quiere firmar una canción de pop acústico estándar (“Muy Lind4”) o si quiere
rasgar el registro del emo-trap melódico (“Pero no importa” o “Quién dijo que
este mundo estaba tan mal”), Rojuu siempre gana.
Alan Queipo