La homeopatía, las pulseras Power Balance de hace unos años o las famosísimas pulseras Rayma de los ochenta son algunos de los productos milagro que se han vendido -y continúan vendiéndose- a pesar de su nulo aval científico. La pseudomedicina tiene una larga trayectoria, y a lo largo de la Historia ha sabido aprovecharse muy bien del prestigio de la ciencia. Así, a la sombra de los grandes avances científicos del siglo XVIII y XIX (por ejemplo, la electricidad) y del siglo XX (como el descubrimiento de la radiactividad) surgieron decenas de aprovechados que, valiéndose únicamente de su oportunismo, su falta de escrúpulos y su afán lucrativo, comercializaron todo tipo de aparatos que prometían curar las más variadas dolencias. Así, hubo quien llevó cinturones eléctricos para darse descargas en los genitales (con el ánimo de remediar la impotencia) o quien murió envenenado tras ingerir litros y litros de agua radiactiva.