Hemos infravalorado los sentires y pensares de las personas, con ello su esencia misma. Se nos ha orillado a desposeer o manipular nuestras creencias, costumbres y tradiciones a tal punto que incluso (contradictoriamente) reproducimos e intentamos darles "voz a los que no tienen voz". La realidad es que todos poseemos voz, y nadie mejor que uno mismo para entenderse, encontrarse y poder generar interacciones sanas; interacciones donde predomine la escucha activa y la verdadera comunicación interpersonal libre de espacios hostiles e imposiciones o conquistas ideológicas. Si me lo permiten, quiero hacer un énfasis en escuchar y respetar a la otredad y a uno mismo, porque es claro que no hay un cuidado CONSCIENTE y constante en la forma en que nos relacionamos. Esta idea de dominación, de superioridad enraizada en un sentimiento de inferioridad, nos ha llevado a la desposeción del cuerpo, a la desencarnación de lo humano.