Muchas veces no comprendemos los planes de Dios. Nos desconcierta ver cómo la maldad parece prevalecer y cómo el impío prospera mientras nosotros atravesamos pruebas. Sin embargo, como hijos de Dios, estamos llamados a mantener nuestra mirada puesta en Él, a confiar en su amor y en su soberanía, aun cuando no entendamos lo que ocurre. No debemos permitir que las circunstancias que nos rodean desvíen nuestra fe ni nos hagan olvidar quién es nuestro Dios. Solo por su amor y misericordia tenemos una nueva vida, y solo por el sacrificio de Cristo en la cruz hemos sido perdonados. Si Dios no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas y cuidará de nosotros?