Como hijos de Dios, entendemos que Él merece toda la gloria y la honra por quien es, por sus poderosas obras y por sus promesas en nuestras vidas. Solo por su amor y su gracia podemos vivir seguros y confiados; en Él deben estar nuestra mirada y nuestra esperanza. Él es nuestro ayudador y protector. Aunque es infinito en majestad, cuida de nosotros y, junto con Cristo, nos ha dado todas las cosas. Por eso, vivamos para su gloria y su honra.