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Imaginen la Plaza de San Pedro en Roma, un día luminoso, con miles de peregrinos de todas partes del mundo, pero con un detalle que lo hace aún más especial: en medio de la multitud, predominan los jóvenes, esos rostros que buscan sentido, que buscan esperanza, que quieren creer que la santidad es posible también en medio de videojuegos, celulares, redes sociales y aulas de universidad. Y allí, en ese ambiente, el Papa pronuncia las palabras solemnes que elevan a los altares a un adolescente que, con solo quince años, supo descubrir el tesoro escondido: vivir con Jesús, vivir para Jesús y vivir como Jesús.
By Amado DiosImaginen la Plaza de San Pedro en Roma, un día luminoso, con miles de peregrinos de todas partes del mundo, pero con un detalle que lo hace aún más especial: en medio de la multitud, predominan los jóvenes, esos rostros que buscan sentido, que buscan esperanza, que quieren creer que la santidad es posible también en medio de videojuegos, celulares, redes sociales y aulas de universidad. Y allí, en ese ambiente, el Papa pronuncia las palabras solemnes que elevan a los altares a un adolescente que, con solo quince años, supo descubrir el tesoro escondido: vivir con Jesús, vivir para Jesús y vivir como Jesús.