No podemos ocultar los deseos de nuestro corazón, nuestros temores, nuestros anhelos y nuestros pensamientos de Dios. Él conoce muy bien nuestras heridas, sabe muy bien dónde nos encontramos, de dónde venimos y hacia dónde debemos dirigirnos.
Confía en tus pasos por muy pequeños que sean, confía en esa fortaleza repentina que de pronto sientes, pues es Dios empujándote y guiándote un paso a la vez a ese destino que tanto anhelas. Sólo Dios puede darte lo que tú necesitas para vivir y dar vida, confía.