Tenemos cerebros que se distraen fácilmente
y siempre hemos tenido ese tipo de cerebros.
Podemos remontarnos a Aristóteles, que habla de que,
cuando la interpretación en una obra es mala,
la gente tiende a sacar comida y a comerla ruidosamente,
como en los teatros griegos.
También, cuando la gente está intentando escuchar un debate
y oye a alguien tocando la flauta,
se distrae porque quiere oír la flauta más que tener que prestar atención
al complicado debate de alguien.