Mirta recuerda su infancia marcada por el sufrimiento y la falta de comida, especialmente por el maltrato que su hermano menor recibía de su padre. En medio de estas dificultades, conocieron a Rosa, una mujer que, a pesar de enfrentar situaciones similares, irradiaba una paz inexplicable. Rosa conversó con su madre, lo que llevó a que su familia comenzara a asistir a una iglesia cristiana.
La influencia de Rosa fue crucial para que conocieran a Dios y su paz inquebrantable. Con el tiempo, aunque la familia se ha dividido, lo que aprendieron sobre la oración y la fe continúa floreciendo en sus corazones. Mirta destaca que la vida en Cristo no garantiza un camino sin pruebas, pero proporciona paz y la certeza de que no están solos. Como dice el Salmo 16:6b, "Es hermosa la heredad que me ha tocado..."
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