Muchas historias están marcadas por el abandono de los padres y el dolor que deja en el corazón de un hijo. Hugo comparte su experiencia de vacío emocional por la falta de su padre, creciendo con su madre y abuela. A los 13 años, su madre emigró en busca de mejores oportunidades, dejándolo solo y sumido en el dolor y resentimiento. El deporte le dio consuelo, alejándolo de malas decisiones. Con el tiempo, Hugo comprendió que su sufrimiento tenía un propósito y que, con la ayuda de Dios, pudo perdonar y sanar. Hoy, aconseja a los padres que su presencia y amor son insustituibles y a los hijos que el perdón es clave para sanar.