Gilberto creció sin prácticas religiosas, pero con una semilla de fe plantada por su madre. Con el tiempo, su búsqueda lo llevó a explorar la Biblia y la ciencia, descubriendo que la fe no se opone a la razón, sino que la complementa. A través de las Escrituras y la observación del mundo, entendió que Dios es real, eterno y cercano. Esta es una historia sobre cómo la duda puede llevar a la verdad, y cómo creer no significa apagar la razón, sino abrir el corazón a un conocimiento más profundo.