David fue encarcelado por denunciar la injusticia en su país. En medio del encierro, descubrió que la verdadera libertad no está en las rejas que nos rodean, sino en el alma. Años después, entregó su vida a Cristo y encontró sanidad, propósito y perdón. Su historia nos recuerda que solo Jesús puede romper las cadenas más profundas y darnos libertad eterna.