Samuel creció entre música y fe. Hijo de un pastor, desde niño tocaba la guitarra y con el tiempo llegó a dominar decenas de instrumentos. Aunque alcanzó el éxito como médico y artista secular, descubrió que nada llenaba el vacío de su alma. Una noche, Dios le habló: “Tú no eres de aquí. Yo te hice para que me alabes.” Esa voz lo transformó. Hoy dedica su talento a exaltar a Cristo, sabiendo que la verdadera plenitud no está en el aplauso del mundo, sino en la presencia de Dios.