Mauricio y Celeste esperaron 14 años por el milagro de un hijo. Sin explicación médica y en medio de dudas, solo les quedaba orar. Cuando por fin llegó el embarazo, enfrentaron otro golpe: un diagnóstico erróneo que puso su fe a prueba.Decidieron confiar, y Dios respondió. Su hijo nació sano, lleno de vida y esperanza.Como dice Salmos 30:5: “El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría.”Dios nunca se retrasa. Él llega justo a tiempo, cuando el corazón decide creer.