Pedro vivía con un vacío profundo hasta que descubrió una verdad dolorosa: su padre quiso que no naciera. Su madre, con lágrimas, le confesó que él estaba vivo porque ella eligió darle una oportunidad. Esas palabras marcaron un antes y un después. Pedro decidió sanar, y encontró esperanza en Jeremías 1:5: “Antes que te formara en el vientre, te conocí.” No eres un accidente. Dios te pensó con amor. Tu vida tiene propósito, aunque el inicio haya sido difícil.