Ana se casó con ilusión, soñando con un amor para toda la vida. Pero desde el principio sintió que algo no estaba bien. Carlos era frío, distante, y con el tiempo, abusivo. Aunque intentó salvar su matrimonio, llegó un momento en que tuvo que decir basta. Romper el ciclo del dolor fue una de las decisiones más difíciles que tomó.En medio del sufrimiento, Ana se refugió en Dios. Él sanó sus heridas, le devolvió su identidad y le mostró su verdadero valor. Hoy sirve al Señor con gratitud, sabiendo que su dignidad no depende de nadie más, sino del Dios que la creó.Como dice 1 Pedro 2:9: “Ustedes son linaje escogido… pueblo que pertenece a Dios”.Cuando otros fallan, Dios permanece fiel. Él levanta al quebrantado y le da una nueva historia.