Ramón creció convencido de que el dinero era sinónimo de éxito. Estudió Economía, cambió constantemente de trabajo buscando siempre el mejor salario, y acumuló riqueza… pero no satisfacción. Un día, un anciano le recordó que el amor al dinero puede vaciarnos por dentro. Ese momento marcó un antes y un después. Ramón entendió que el dinero es útil, pero nunca debe ocupar el lugar de Dios. Su vida cambió al descubrir que hay riquezas más grandes que las materiales.