Jacinta creció en el abandono, y la vida la llevó a ser madre soltera muy joven. Sin apoyo, tomó decisiones difíciles para darle un futuro a su hijo, incluso migrar a otro país. Entre lágrimas, conoció a Dios, quien la sanó y la levantó. Un versículo cambió su historia: “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá.” Hoy, Jacinta no solo es madre: es testimonio vivo del poder del amor de Dios que restaura y da una nueva identidad.