Abandonado por su padre y marcado por el vacío, Nicolás luchó con adicciones, desilusiones y una búsqueda desesperada de identidad. Pero su historia cambió radicalmente cuando conoció al Padre que nunca abandona. Un testimonio de restauración y esperanza que demuestra que nunca es tarde para comenzar de nuevo.“Tú has sido refugio para el necesitado…” (Isaías 25:4)