Ana vivía agotada entre responsabilidades y rutinas. Sus días comenzaban con un suspiro de cansancio y terminaban con la sensación de no haber hecho suficiente. Un día recordó las palabras de Jesús: “Vengan a mí los que están cargados y yo los haré descansar”. En ese momento decidió detenerse y soltar el control. Comprendió que la verdadera paz no llega cuando todo está bajo control, sino cuando aprendemos a confiar en Dios. Él no pide perfección, sino entrega, y solo en Su presencia encontramos descanso real.