Fernando luchaba en la escuela; cada examen parecía una montaña imposible. Su madre nunca dejó de orar por él, confiando que Dios tenía un propósito para su vida. Años después, su esfuerzo y perseverancia lo llevaron a graduarse de la secundaria y luego de la universidad como abogado.Hoy defiende a los más vulnerables, mostrando que Dios perfecciona la obra que empieza en nosotros. Como el bambú, creció en silencio, fortaleciendo raíces antes de mostrar su fruto. Cada lágrima y esfuerzo tuvo propósito en las manos de Dios.Filipenses 1:6 “El que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.”