Lucía creció en abandono y violencia, buscando amor donde no lo había. Intentó llenar su vacío con amistades y decisiones que solo aumentaban su dolor. Todo cambió cuando una vecina la invitó a una reunión cristiana, y por primera vez escuchó que Dios amaba a los rotos.El proceso fue lento, lleno de lágrimas, perdón y restauración. Hoy, Lucía tiene una familia que la ama y un testimonio vivo de sanidad interior. Su vida muestra que Dios no solo quiere que sobrevivamos, sino que vivamos plenamente.Jeremías 33:6 “He aquí, yo los traeré sanidad y medicina; y los curaré…”