Los hombres recibimos nuestra formación de quienes nos enseñan.

Nuestros padres, familiares, maestros, etc. Pero toda instrucción que proceda de personas incrédulas está viciada por el pecado, por mejor intencionada que sea.

Estamos hablando de la humanidad en general y no de los padres cristianos que pueden haber hecho un excelente trabajo en la infancia y adolescencia de sus hijos pero que al crecer deben dejar que ellos reciban toda la información anti bíblica de los centros de enseñanza secundarios, terciarios y universitarios, para que se formen profesionalmente, además de la instrucción recibida en la universidad de la calle, a la cual todos asistimos sin excepciones.

En esta 1era parte analizaremos las enseñanzas que recibimos de los hombres y la 2da parte las compararemos con las que nos da Cristo, y también aprenderemos como debemos borrar la vieja información e instalar la nueva en nuestras mentes para poder ejercer el nuevo programa de Dios en nuestras vidas.