La historia de Ananías y Safira en la iglesia primitiva destaca la importancia de la sinceridad y la integridad en la fe cristiana. Ananías y Safira vendieron una propiedad pero retuvieron parte del dinero, mintiendo al Espíritu Santo, lo que resultó en su muerte y causó gran temor en la comunidad. En contraste, Bernabé, conocido como el “hijo de consolación”, vendió una heredad y entregó todo el dinero a los apóstoles con sinceridad y alegría, siendo un ejemplo positivo de generosidad y fe. Esta narrativa subraya que las acciones deben estar motivadas por el amor y no por la hipocresía, y sirve como una advertencia contra la falta de fe, mientras que la iglesia primitiva creció rápidamente gracias a la dedicación y el amor de sus miembros, quienes compartían sus bienes voluntariamente.