Retiramos la mirada para evitar todo contacto visual y, ante la falta de éste, tratamos de bloquear el auditivo. A veces se consigue, otras veces no y las palabras logran martillear la autoestima de quien las oye. En cualquier caso, la aparente indiferencia provoca una reacción del hablante que suele ser de rabia e ira porque percibe que hay falta de escucha y, de esta forma, no puede lograr culminar el ataque como esperaba.