‘Marchita’ es uno de esos acontecimientos memorables que
comienzan apenas como un murmullo y crecen hasta resonar en todo el planeta.
Hace tiempo que se habla de Silvana Estrada como la heredera no ya de esa
trilogía de cantoras latinoamericanas de la anterior generación a la suya (Natalia
Lafourcade, Julieta Venegas y Mon Laferte) sino de iconos ya inmortales como
Chavela Vargas. La comparación no es tan descabellada.
Sólo hay que escuchar a esta artista nacida hace 24 años en
Coatepec (Veracruz) desdoblar su voz y jugar con ella a su antojo en ‘Carta’,
una canción que ya es himno. Sus letras son poesías que le cantan al desamor:
esa idea guía su debut, pero no desde el rencor sino desde la luz que se asoma
tras la ruptura, de la autoafirmación y la valentía para mirar hacia delante y
abrazar el cambio.
Hija de una familia de lutieres, armada sólo con su garganta
y el cuatro venezolano (además de sutiles arreglos de cuerdas y otros ritmos
oníricos), Silvana Estrada ya es la cabeza de una nueva generación de
mujeres (Las Áñez, Briela Ojeda, La
Muchacha y tantas otras) que están recuperando la música de raíces
en Latinoamérica desde una perspectiva contemporánea.
Ella considera que su arte es experimental y es que no hay mayor
riesgo que el de la música que sale de las entrañas.
Ya esperamos con ansia el anunciado próximo EP con los descartes más alegres de
este portentoso debut, el reverso luminoso de esta obra que celebra el
derecho a la tristeza.
José Fajardo.