En la música, como en la
vida, la magia real se produce entre las intersecciones que existen entre las
cosas, los sentimientos, los pensamientos, los silencios: esos puntos ciegos en
donde se acaba construyendo el relato, en donde se sabe si sí o si no. En un
momento en el que lo impredecible ha copado absolutamente todos los campos de
nuestro día a día hasta no se sabe cuándo; aparece “MA. Live in Tokyo”, un
álbum en directo que, de alguna manera, es un ejercicio conceptual acerca de
hallar y allanar esos espacios de impredecibilidad atómica.
Sílvia Pérez Cruz y Marco
Mezquida lo hicieron en una gira que los llevó a recorrer el mundo durante dos
años; pasando hace poco menos de un año por espacios como el Teatro de la
Zarzuela de Madrid o el Palau de la Música de Barcelona; pero también por el
Blue Note de la capital nipona, donde ambos músicos han demostrado que una
canción en portugués puede emocionar a un japonés y un catalán.
La receta de Pérez Cruz y
Mezquida tiene tanto de ilusionismo como de performance física. No por nada han
decidido titular este álbum aludiendo a un concepto oriental que hace
referencia a “dos mundos opuestos, a la transitoriedad entre un estado mental y
el otro”. No tan opuestos se demuestra que son las tradiciones de un pianista como
el menorquín, asociado más a circuitos de jazz; y una voz como la de la
catalana, casi siempre identificada con la rehabilitación de la canción de
corte de raíz.
En este disco, que es una
experiencia sonora y sensorial y que en directo se acercaba más a la
performance de museo que al concierto en sí; imponen un happening sonoro en el
que dialogan no solo sus maneras de mirarse, de rellenarse los espacios, de
abrir silencios e imponer ruidos, sino también un repertorio que viaja desde la
música tradicional latinoamericana (“La llorona” o “Siga el baile”) al choro
brasileño (“Asa branca”), el fado (“Barco negro”), la cançó catalana, el pop
alternativo de Radiohead (“No surprises”) o el folk universal de Simon &
Garfunkel (“The Sound of Silence”).Sílvia Pérez Cruz y Marco Mezquida se erigen no solo como
relatores entre tradiciones musicales pasadas por su filtro; sino también como
unos médiums capaces de convertir lo impredecible en puro realismo mágico
sonoro.
Alan Queipo