A menudo a las feministas se nos reprocha un estado de enfado permanente, se nos tacha de exageradas, aguafiestas o histéricas, entre otras cosas aún menos bonitas. Además nuestra lucha nunca es oportuna, nuestras reivindicaciones siempre nunca tiene cabida.
Hoy hablamos sobre nuestro derecho a estar enfadadas, furiosas, agresivas o lo que nos apetezca y también sobre cómo sólo nosotras podemos decidir cómo tiene que ser nuestra lucha.