“Nunca es tarde para
recordar lo que nos une” es el primer estribillo que suelta por la boca Paulina
Sotomayor. Pero no suena solo a estribillo: suena a manifiesto. Y es que la
atmósfera que se respira en “Orígenes” es la de estar en ningún lugar y en todos,
a la vez: un álbum que hace líquida la etiqueta de world music, y del mismo
modo que consigue un quórum de ritmos y melodías que profundizan en la música
afrocaribeña, también suena electrónico (la marca de agua en común con sus dos
álbumes anteriores), inevitablemente pop y, a su vez, con una sensibilidad a la
hora de abordar cadencias de un folclore latino absolutamente transversal, sin
más patria ni bandera que la del sentir.
Lo nuevo de los hermanos
Raúl y Paulina Sotomayor oposita para convertirse en un álbum fundamental para
entender la deriva de la nueva electrónica de corte folclórico latinoamericano.
A la vez que se sitúa cerca (por momentos quizá demasiado cerca: es el mayor
pecado que se le puede señalar) de propuestas como la de Bomba Estéreo; también
impone un arco de ritmos, sonidos y texturas que nos llevan indistintamente por
la cumbia, la chicha peruana, el dancehall, el afrobeat, el downtempo o el
espíritu boricua que le consigue imponer Eduardo Cabra (aquel Visitante de
Calle 13, reconvertido en uno de los productores más importantes de música
contemporánea latinoamericana de estos últimos años) a los mandos de la
producción.
Un álbum que nos permite
relajarnos ante el hedonismo del baile, pero que también impone una lectura
casi política: desde lo transfronterizo y de lo que, como dicen en la canción
de apertura, recordar lo que nos une.
Alan Queipo