Aunque a veces se nos dificulta aceptar la voluntad de Dios, siempre es bueno razonarla y meditarla. La inconformidad ante los designios de nuestro Señor Jesucristo puede ser malsana. Sobre todo cuando se es un padre joven y no se quiere acudir a Dios, pues una pena se hace mucho más intensa. Un verdadero cristiano sabe que Dios está por encima de nuestros conceptos del bien y del mal y que debemos aceptar sus bendiciones aunque no las entendamos.