En este capítulo, Manuel introduce un ejercicio fundamental para desarrollar la conciencia auditiva: la improvisación melódica utilizando únicamente tres notas. A través de ejemplos prácticos, explica cómo entrenar el oído interno, cómo empezar a imaginar la música sin depender del instrumento y por qué la simplicidad es la clave en las primeras etapas.

El capítulo aborda la relación entre teoría y práctica, mostrando por qué conocer la teoría musical no basta sin un entrenamiento auditivo constante. A partir de combinaciones sencillas como fa–sol–la, el lector aprende a crear melodías, variar ritmos y trabajar con compases simples, todo ello con el objetivo de adquirir independencia musical y fortalecer la imaginación sonora.

Además, se introducen conceptos como los trícordes, el uso de patrones rítmicos y la importancia de repetir, automatizar y luego transformar el material aprendido. El lector descubre cómo un ejercicio aparentemente básico se convierte en la base para improvisar, componer y comprender de forma más profunda el lenguaje musical.

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