Cuando anunció la retirada de Extremoduro para

2020, Robe Iniesta no sospechaba que tendría un sustituto tan pronto.

Dellafuente está destinado a ocupar el lugar de la mítica banda entre la

juventud rebelde española. Aunque parezcan tan lejanas, en realidad ambas

propuestas representan lo mismo: una voz propia (con un punto macarra pero

cargada de poesía), la capacidad para conectar con los chavales (antes era a

través del punk-rock, ahora con auto-tune y bases electrónicas) y un inmenso

respeto por la tradición.  

Mientras sus compañeros de

generación se escoran hacia posturas irreconciliables, con su nuevo proyecto

(bautizado Taifa Yallah como una referencia a sus ancestros árabes y a la

mezcla de culturas que habitaron su ciudad) el granadino demuestra que va a su

bola. No está en la onda comercial de C. Tangana pero tampoco se conforma con

la etiqueta underground de Yung Beef. En los vídeos que ha preparado para

presentar este disco (el primero de varios episodios, se supone) habla de “la

desaparición de los complejos”, de huir del “qué dirán”.  

En efecto, poco tiene que

ver con la música que produjo bajo el alias Dellafuente (no ha dejado claro si

piensa retomar algún día su proyecto seminal, aunque parece obvio que sí). Aquí

le interesa más hurgar en la herencia de su tierra, con un ojo puesto en Medina

Azahara (las guitarras rock, el quejío flamenco) y otro en el futuro. Así avanzan

unas canciones donde no faltan los pasajes guitarreros y las explosiones de

ruido que recuerdan a algunos clásicos de Extremoduro circa finales de los 90.

José Fajardo