Existe una escena en Nueva York que a través de la
diáspora latina está reinventando el movimiento artístico que encumbró a Velvet
Underground (entre otras bandas míticas) y Tall Juan es una pieza clave de ese
circuito. Amigo del uruguayo Juan Wauters y del estadounidense Mac Demarco
(quien le ayudó a producir su anterior disco), este argentino es una de las
personalidades más libres de la música contemporánea.
En ‘Olden goldies’ (2017) rindió homenaje a su pasión
por el punk-pop primigenio en la onda de Ramones (las canciones cortas e
incisivas como un martillazo, las melodías pegadizas, esa forma de cantar que
se estira como un chicle de fresa ácida), el año pasado rindió homenaje a sus
orígenes dedicando un par de temas a la cumbia villera que suena en los barrios
populares de Argentina y ahora entrega unas canciones que conectan Estados
Unidos con América Latina y África a través del Atlántico.
La ambición del proyecto, lejos de arrastrarle al
naufragio, encumbra a un artista imprevisible, siempre pensando en la
reinvención, que se mueve en los mismos códigos que su colega Juan Wauters o
Helado Negro (esas canciones íntimas y aparentemente tan sencillas que
funcionan como postales de la migración), pero también recuerda a personajes
del psych garage anglosajón como Ariel Pink y Ty Segall. Una genial rareza.
José Fajardo