Ciertas personas que habitan el pasado siguen lamentándose
porque “la música que hace la juventud es basura”. Pero es una suerte estar
vivos en esta época, si te gusta la música. La destrucción de las etiquetas
es tal, el mestizaje entre géneros ha llegado a tal punto de promiscuidad, que
ya nadie se extraña si de repente Tambino dice que lo que él hace se llama
“cumbiagaze”. Es una palabra preciosa para describir algo que no existía,
que es sólo suyo, aunque use ingredientes que ya conocemos.
El sonido de Tambino es un espejo de su biografía: nacido
hace unos 30 y pico en Lima como Kam Tambini, pasó su infancia en Bogotá y a
los 10 años se mudó por el trabajo de su madre a Washington; poco antes de
cumplir la mayoría de edad, se independizó por su cuenta en Brooklyn. Así es
cómo se fue empapando de la cumbia vía Los Mirlos, más tarde del hardcore-punk
en la onda de Fugazi y, al fin, del multiculturalismo más radical: en Nueva
York, dice, en un mismo día puede escuchar reggaetón, pop desenchufado, rock
grasiento y shoegaze.
En una lista que
se ha currado en Spotify suenan Ed Maverick, Sen Senra, Park Hye
Jin, Sofia Kourtesis, Perfume Genius, Lous And The Yakuza y Los Saicos, y bien
podría ser esa amalgama de influencias una buena muestra del banco de ritmos
que maneja Tambino. En este EP concebido como “un collage sónico” lo mismo
salta de la electrónica atmosférica a la distorsión guitarrera y de ahí al
bedroom pop o al reggaetón futurista en la onda del proyecto
de Kelman Duran, DJ Python y Florentino en Sangre Nueva.
José Fajardo.