Es interesante porque te echo de menos y no. Entre más pasa el tiempo
más me acostumbro a tu ausencia y menos te echo de menos. Sin
embargo, hay momentos en los que siento que no puedo vivir sin ti.
Es interesante porque entre más pasa el tiempo más difícil se me hace
imaginarme que haré cuando te vuelva a tener.
Fue un shock tan grande tu ausencia que al principio no sabía qué hacer.
Mi vida dio un vuelco y me sentí perder.
Pero poco a poco el tiempo te cura, te enseña a vivir así. A vivir sin ti. Una
cosa sustituye a la otra. Nuevas rutinas nacen, se aprenden, se adaptan.
La vida sigue y de alguna manera hay que vivir.
Seguramente los psicólogos han descubierto que pasas por etapas y las
han nombrado. Yo no las he observado ni nombrado, solo sé que tenía que
seguir viviendo y que ni tú falta ni nada me privaría de dejar de seguir
viviendo y más allá de vivir, que ni tu ausencia, ni la ausencia de tantas
cosas que vinieron con esto me privaría de disfrutar cada momento en el
que sigo viva.
Ha pasado tanto tiempo que no sé qué va a pasar cuando ya salgamos. No
sé cómo será el mundo afuera. No sé cómo estará mi país, ni siquiera si
será posible volver a tenerte. O por lo menos tener un nivel parecido de
libertad y de movimiento y contacto físico como se tenía antes.
El mundo ha cambiado y seguirá cambiando. No pierdo mi tiempo tratando
de adivinar cómo será cuando todo esto acabe.
He aprendido a vivir un día a la vez, sin expectativas del futuro. Un día a la
vez, creciendo por dentro. Un día a la vez a veces sobreviviendo, a veces
dando lo mejor de mí en cada encuentro virtual. Un día a la vez siendo
más yo.
Y te echo de menos y no. Extraño poderme mover por cualquier lado.
Extraño los abrazos y el contacto con otras personas, pero amo mi vida, así
como está. No sé si quiero que esto termine o si quiero tenerte otra vez.